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Una reputada secundaria

Nacida en Washington en 1900, Helen Hayes debuta en el teatro a la edad de cinco años, por lo que su carrera cubre la práctica totalidad de su vida, dado que continúa trabajando hasta avanzada edad. Sin embargo, el cine y todavía mucho más la televisión, sólo aparecen en su carrera como actividades secundarias.La labor cinematográfica de Helen Hayes, dada su pequeña estatura y su físico nada convencional, quedó enseguida relegada a papeles secundarios de gran intensidad dramática. Lo que le lleva a trabajar con directores de la talla de John Ford, Clarence Brown, Gregory La Cava, Leo McCarey, etcétera, característicos del mejor cine norteamericano de los años treinta y cuarenta.

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Muere a los 92 años Helen Hayes, primera figura del teatro norteamericano

Sólo interviene en una ve¡ntena escasa de películas a pesar de debutar en un pequeño papel en una película a los 17 años ganar un primer Oscar por su trabajo en El pecado de Madelon Claudet (1931), de Edgar Selwyn, un melodrama realizado a comienzos del sonoro; y estar casada con el gran guionista Charles McArthur.

Reconocimiento

Entre 1931 y 1965), momento en el que da por concluida su carrera cinematográfica con el Oscar que,, recibe por Aeropuerto (1969), de George Seaton, sólo hace pocos papeles protagonistas. Su papel más conocido está en la primera versión de Adiós a las armas, la célebre novela de Ernest Hemingway.

Convertida por Frank Borzage en 1932 en un melodrama que no agrada a su autor, pero que funciona muy bien, Helan Hayes interpreta a Catherine, la enfermera que se enamora del teniente Frederick Henry, encamado por un eficaz Gary Cooper. Esto la lleva a volver a trabajar años más tarde con Borzage en la mucho menos interesante Tres días de amor y de fe (1943).

También tiene cierta popularidad su intervención en Anastasia (1956), pero aquí ya como secundaria. Se trata de una producción dirigida por el exiliado ruso Anatole Litvak, en tomo al descubrimiento de una hija del último zar a quien se creía asesinada, pero que tiene un gran éxito porque marca el retorno de Ingrid Bergman a Hollywood, tras su ruptura con el director italiano Roberto Rossellini.

Entre sus filmes también pueden citarse La hermana blanca (1933), de Víctor Fleming, Crimen sin pasión (1934), un melodrama donde vuelve a hacer un papel secundario, pero que tiene la particularidad de estar escrito, producido y dirigido por su marido Charles McArthur en colaboración con el también reputado guionista Ben Hecht.

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