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La banca mexicana, al borde del colapso

Créditos impagados, corrupción y altos tipos de interés ahogan el sistema financiero

A la pregunta de qué era Ángel Rodríguez antes que preeminente banquero se contesta con sorna en los corrillos financieros mexicanos: "Niño". Hoy, la justicia rastrea los pasos del fugado Rodríguez, ex presidente de Banpaís. No es el único. Carlos Cabal, empresario platanero aclamado como paradigma del moderno hombre de negocios, es prófugo desde hace cerca de dos años, poco, antes. de que el Gobierno del ex mandatario Carlos Salinas decretara la intervención de Banco Unión, entidad que presidía y que utilizó para cometer millonarios fraudes. La mayoría de los empresarios que compraron los 1:3 bancos nacionalizados en 1982 y privatizados a comienzos de los noventa no responden a estos perfiles de delincuente. Pero sí se asemejan a ellos en la falta de experiencia en el sector bancario que, tras la devaluación del peso en diciembre de 1994, padece una parálisis dramática.La cartera vencida de 137.000 millones de pesos (2,2 billones de pesetas) "va en aumento y no se resolverá este año", admitió el miércoles José Madariaga, presidente de la Asociación de Banqueros de México. Sobre todo si se aplicaran las normas que rigen para los bancos de Estados Unidos y Europa occidental y que empezarán a utilizarse a partir de 1997. Según Eduardo Fernández, presidente (te la, Comisión Nacional Bancaria y de Valores, la cartera vencida, que hoy supone el 18% del total de los préstamos concedidos, crecería un 70% con esta nueva legislación. Las ayudas del Ejecutivo en 1995, al rededor de 1,8 billones de pesetas destinados a comprar el grueso de los préstamos impagados, únicamente han servido para sal var al sistema financiero del colapso general.

Fuga de capitales

Pero además de la devaluación -con la consiguiente explosión de la inflación, el 52% en 1995, y del precio del dinero, hoy por encima del 38% - y los fraudes de cuello blanco, otros factores han contribuido decisivamente al deterioro de la banca. "La crisis de 1976", afirma Ricardo Vázquez, subdirector de Análisis de Banco Unión, "creó mucha inestabilidad. Y cuando llegaron los buenos tiempos, y el combate a la inflación parecía ganado, se facilitó el crédito y las consumidores pidieron préstamos a mansalva. Pero los bancos no comprobaban con rigor la capacidad de pago de sus clientes".

Eso fue lo que sucedió en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuando un México eufórico negociaba el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. "Los bancos privatizados costaron muy caros. Quienes los compraron procedían de los mercados bursátiles. Y en un ambiente de optimismo sólo pensaban en rentabilizar su inversión a corto plazo. Se otorgaron préstamos con demasiada flexibillidad", sostiene el catalán Miguel Navas, director general de Probursa tras la adquisición de un 70% de las acciones de este banco por el Bilbao Vizcaya.

Varios balazos lo cambiaron todo. Los asesinatos del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, en marzo de. 1994, y del secretario general del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu, seis meses después, provocaron una fuga de capitales de 16.000 millones de dólares. La inevitable y torpemente manejada devaluación, superior al 120%, y la estricta política monetaria para contener la inflación hicieron el resto.

La banca comenzó a cobrar mal, cuando lograba cobrar. "Sin una caída del precio del dinero no hay solución definitiva", apunta Vázquez. Y prestan aún menos. "Tenemos disponibles unos 3.000 millones de pesos para créditos, pero no encontramos a quién hacerlo", asegura un director bancario. El secretario (ministro) de Hacienda, Guillermo Ortiz, exhortó en la Convención. Nacional Bancaria, que se celebró a mediados de marzo en Cancún, a los bancos extranjeros a que prestaran más a las pequeñas y medianas empresas.

Nadie niega que el panorama para el sistema financiero mexicano es más que sombrío a corto plazo. Algo impensable en agosto de 1994, cuando la Secretaría de Hacienda autorizó a las más potentes instituciones del mundo a operar en México. Hasta la fecha, sólo el Bilbao Vizcaya y los bancos canadienses Nova Scotia y Bank of Montreal, que participan en desigual medida en Inverlat y Bancomer, respectivamente, han comprado acciones de bancos en México. Pero las posibilidades de desarrollo de la banca en este país son prometedoras.Mientras que en España hay una sucursal por cada 900 habitantes en México hay una por cada 16.000 personas. Hay perspectivas, pero se necesita un revolcón. Y reducir el número de entidades mediante fusiones de bancos que el Gobierno promueve.

El Ejecutivo de Ernesto Zedillo ha intervenido cuatro instituciones de crédito de mediano tamaño. Y otras tres están férreamente controladas. En Cancún, la Administración anunció que venderá este año los bancos intervenidos y la cartera vencida que adquirió a entidades privadas. El problema, coinciden los analistas, es hallar comprador.

"Este año", reconocen fuentes de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, "es muy improbable que las entidades extranjeras se decidan a invertir fuertes sumas en el sector financiero mexicano. No ven expectativas de reactivación de la economía". La petición de auxilio que Ortiz lanzó en Cancún a la banca foránea tiene escasas posibilidades de éxito.

La economía no arranca

Tras un año catastrófico -recesión del 6,9%, 52% de inflación, pérdida de un millón de empleos, cierre de 12.000 empresas y devaluación del peso superior al 120% en 1995- y en vigor una severísimna política monetaria contra la que claman empresarios y sindicatos, las perspectivas de crecimiento para este año son del 3%, según el Gobierno. La mayoría de los analistas estima que el aumento del producto interior bruto (PIB) será algo menor. Pero, en cualquier caso, 1996 será un año para, en el mejor de los casos, preparar el despegue.Simplemente no hay dinero. Miguel Mancera, gobernador del Banco de México, y el Gobierno de Ernesto Zedillo aseguran machaconamente -forzados por los pactos con el Fondo Monetario Internacional y con la Administración de Bill Clinton- que no habrá la más mínima flexibilidad en la lucha contra la inflación, que el Ejecutivo calcula en un 20,5% para este año. Ningún experto cree la predicción. Sólo hasta mediados de marzo, el alza de precios se ha situado por encima del 7%. Y para abril hay subidas pactadas de los salarios en un 12% y del precio de la gasolina en un 6%.

Y a esto se añade otro problema endémico en México: se ahorra muy poco, aún en tiempos de bonanza. Sin ahorro -sobre el 14% del PIB, una de las tasas más bajas de América Latina- y con una banca que no presta, porque casi nadie puede afrontar el precio del dinero, superior al 38%, el Gobierno optó en diciembre por recurrir a la privatización de las pensiones de la Seguridad Social, para crear fondos de inversión. Pretenden captar alrededor de 4.000 millones de dólares (medio billón de pesetas anuales) para impulsar la inversión.

Pero la Administración se ha topado con otra piedra en el camino. El proyecto de ley para permitir que sociedades extranjeras puedan participar en los nuevos fondos, que empezarán a gestionar las cotizaciones de los trabajadores en 1997, choca frontalmente con un arraigado nacionalismo presente en la oposición de derecha, de izquierda y en los cada vez más descontentos legisladores del gobernante Partido Revolucionario Institucional con la política económica del Ejecutivo. La reactivación, opinan los patronos, no llegará hasta el próximo año.

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