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Tribuna
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Compañeros de viaje

Enrique Vila-Matas

Declaro que anoche -como salido de un libro de Robert Walser-, al conocer el nombre de los vencedores del Nadal y del Pla, me planté un sombrero en la cabeza, abandoné el cuarto de los escritos o de los espíritus y bajé la escalera para salir a. buen paso a la calle y dedicar un largo y amistoso recuerdo nocturno a esos dos buenos compañeros de viaje que para mí fueron, en momentos distintos y algo distantes en el tiempo, Lucía Etxebarria y Valentí Puig.Etxebarria, compañera de viaje el año pasado al caserón de Verines, en Asturias, es una Spice Girl de nuestra narrativa más reciente, que alcanzó cierto éxito al publicar en marzo del año pasado su primer libro, Amor, curiosidad, prozac y dudas, una novela tan llamativa como su autora y a la que, como a ésta, le habría sentado mal pasar desapercibida; es más, la habría arrojado al prozac y las dudas. Pero no fue así, la novela conoció la gloria y poca pena y abrió expectativas que cabe esperar que no defraude la ahora premiada. Feminista beligerante, desgarrada y descarada, la novela fue apoyada, desde el primer momento, por una legendaria premio Nadal, Ana María Matute, que la juzgó sorprendente ''y bien escrita, lo que es de agradecer". Ningún personaje masculino aparecía en la novela, y la autora -en la extraña y memorable noche en la que, en un pueblo asturiano, ella, Biel Mesquida y yo perdimos involuntafiamente de vista al resto de la expedición literaria que nos acompañaba y con un teléfono móvil llegamos a pedir auxilio a Madrid para que nos rescataran- me adelantó su voluntad de no incluir nunca hombres en sus libros, algo que sospecho -cruzo desde aquí una apuesta con ella- no le va a ser posible llevar a cabo por mucho tiempo. Es más, me pregunto si -como ya ha empezado a hacer en el cuento que ha publicado en Páginas amarillas- no habrá roto ya la promesa con la novela premiada.

Más información
La joven Lucía Etxebarría recibe el Nadal con una novela que trata de la iniciación sexual

Valentí- Puig, compañero de viaje hace ya unos años a Buenos Aires, es un escritor del que no recomiendo a nadie que sea su enemigo. Basta leer las advertencias en verso que les hace a sus posibles adversarios: "Tot sol al bosc o entre runes, feliç / a qui sigui que vengui, l'advertesc.- / sápiga sant i senya exacte i clar" ["Solo en el bosque o entre escombros, feliz / a quienquiera que venga, le advierto: / que sepa santo y seña exacto y claro"]. Ya premiado con el Ramon Llull por Somni Delta, Valentí Puig tiene una amplia obra narrativa de entre la que yo destacaría Bosc endins -uno de los pocos dietarios interesantes en este país de todos los dietarios- y Dones quefumen, un libro de relatos en el que se despachó a gusto contra un tipo de mujer que detesta y que es perezosa, indócil, rebelde sin motivos, apasionada por inercia, amante por rutina, infiel por principios. Es Valentí Puig un maestro en el arte de eclipsarse periódicamente, pero no ya como una desidia, sino más bien como una ejercitación de la voluntad. Pude comprobarlo en ese viaje que hicimos a Buenos Aires y del que me queda el recuerdo sereno de una tarde en la que nos perdimos literalmente por un caminito que el tiempo ha borrado.

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