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FÚTBOL 20ª jornada de Liga

El Barça se hace fuerte en Zaragoza

Ramon Besa

ZARAGOZA 0 BARCELONA 0Zaragoza: Juanmi; Pablo, Paco, Lanna, Sungren; Martín Vellisca (Marcos Vales, m. 88), Luis Helguera,. Aragón, Garitano; Radimov y Milosevic.

Barcelona: Arnau; Puyol, Reiziger, Abelardo, Zenden; Litmanen (Luis Enrique, m. 76), Xavi, Cocu; Figo, Dani (Simao, m. 65)y Rivaldo.

Árbitro: Pérez Burrull, cántabro. Mostró la tarjeta amarilla a Radimov, Lanna, Garitano, Abelardo, Milosevic y Puyol.

La Romareda: Una gran entrada. Unos 34.000 espectadores en un estadio con capacidad para 35.000 personas.

A las flaquezas del Deportivo, no respondieron ni el Zaragoza ni el Barça en su encuentro en la Romareda, así que la Liga camina aún decapitada, con un cierto desgobierno, sin un jerarca, como si todavía quedara mucho tiempo para que la clasificación aclarara. Hoy por hoy se impone la prudencia. Hasta el Barça, un equipo ofensivo por naturaleza, parece haber caído en la cuenta de que conviene no tomar riesgos, sobre todo si se atiende al ejercicio turbulento que viene manteniendo desde el inicio. Ha aparecido de pronto un equipo que sabe manejarse en defensa, un factor decisivo cuando las individualidades no resuelven, como ayer fue el caso.

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Milosevic, el goleador frenado

Puestos a dirimir la contienda por el juego colectivo, el Zaragoza estuvo a la altura del Barcelona. El partido resultó un duelo táctico que acabó por negar a las dos delanteras más fecundas del campeonato. Ni un solo gol hubo en la Romareda, fiel reflejo tanto de la escasez de ocasiones como del poco fútbol de ataque. El control del juego estuvo siempre un punto por encima de cualquier aventura individual. Los azulgrana echaron en falta a Kluivert y el Zaragoza quedó lastrado por Juanele. Uno y otro grupo acotaron sus deficiencias elogiando las virtudes ajenas. A falta de autoridad, el encuentro fue un decálogo de lo que debe ser el respeto mutuo a partir del buen juego.

Quizá porque se sabe dominador psicológico del campeonato, el Barcelona va recuperando las señas de identidad justo cuando la Liga plantea las primeras preguntas. Ya ganó en Vigo, feudo del Celta, el equipo más bien tratado del torneo, y ayer se plantó en Zaragoza con Rivaldo situado de nuevo en el margen izquierdo del campo. Pero no le alcanzó para la victoria. Van Gaal ha vuelto a dar cuerda a la máquina y el equipo azulgrana se estira por la cancha por los extremos con dos futbolistas capaces de decidir tanto por la vía solidaria como individual, como son Figo y Rivaldo. Vuelve el equipo al punto de partida -el campo abierto, no perder la posición y no rifar nunca la pelota: el tic-tac, tic-tac-, aunque las secuelas de su pelea interna no le permiten todavía despachar los partidos con suficiencia. Rivaldo está algo despistado y Figo no es un goleador, pese a lo que digan las estadísticas de los últimos partidos.

La alineación del Barça pareció tener un efecto intimidatorio en el Zaragoza. Rojo prefirió cerrar las bandas antes que abrirlas, así que dispuso a Martín Vellisca, un zurdo, como volante derecho, para asegurarse el control defensivo del juego. El juego posicional tuvo un peso determinante en el primer tramo del encuentro, tan bien parido como mal resuelto por uno y otro equipo. Jugaron al toque, de forma aseada, muy puestos, con tanta educación que la falta fue siempre interpretada como un recurso cobarde. Nadie perdió la pelota en la zona de penalización de la misma manera que no hubo un solo futbolista capaz de comprometer el orden colectivo de la contienda.

Dani tuvo un par de remates francos en la arranque, cuando Sungren no le había tomado aún la distancia a Figo, y entre Garitano y un manotazo de Reiziger a la salida de un golpe franco armó el Zaragoza dos ataques cargados de dinamita. La falta de puntería condenó a locales y forasteros, y el encuentro recuperó el tono de suspense abortado que le presidió desde el inicio. El entrejuego resultó tan vistoso como estéril el fútbol de ataque. El ritmo fue veloz en la zona de medios y demasiado pausado al balcón del área. Y las marcas defensivas dejaron pocas opciones a los delanteros. La ausencia de pases interiores, la falta de unos contra unos, expresó el dominio de lo táctico sobre lo imprevisible, a expensas de la suerte de los golpes francos.

A la vista de que no escampaba, Van Gaal movió el partido con un cambio cantado: dio entrada a Simao, dejó que Rivaldo campara por la zona del ariete y más tarde tiró de Luis Enrique, terreno abonado para que los futbolistas decidieran por su cuenta y riesgo. El Zaragoza, sin embargo, no se dejó vencer. El trabajo defensivo del equipo aragonés, el menos batido del campeonato, resultó especialmente loable, tanto como el marcaje de Abelardo a Milosevic, así que uno y otro equipo se retiraron de la cancha con la sensación del deber cumplido. Nadie se rajó y, sin embargo, el uno se excusó en la actuación del otro, muestra de la paridad del campeonato, una situació que, en cualquier caso, parece jugar a favor del Barça simplemente porque tiene mejores futbolistas que los demás.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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