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Reportaje:

Adolescentes bajo el camión

Dos menores marroquíes viajaron desde Tánger a Granada entre lasruedas de un vehículo de mercancías

Durante 350 kilómetros, y con la travesía del Mediterráneo de por medio, dos adolescentes marroquíes de 12 y 16 años fueron compañeros de un incómodo viaje al primer mundo debajo de un camión de mercancías. Se acoplaron en el puerto de Tánger debajo del vehículo la mañana del viernes y, cuando volvieron a pisar tierra firme, muchas horas después, se encontraron en una estación de servicio de Albolote, en las cercanías de Granada. El menor, aterido, negro de grasa, con los dedos del pie sobresaliendo por la puntera rota de las zapatillas, puso fin a la huida y llegó, sin fuerzas, a las puertas del restaurante. "Fue como si se entregara", recuerda Rogelio, el camarero que le ofreció un bocadillo. El mayor trató de alejarse a pie, en plena noche, hasta que fue recogido por la Guardia Civil.

La Junta de Andalucía se hizo cargo poco después de la tutela. Ambos, aunque agotados, lograron sobrevivir al tremendo viaje.

"Son fuertes. Ya en su país, en Marruecos, son niños de la calle, víctimas de entornos familiares desestructurados. Resisten", explica con cierto aire de fatalidad María José Sánchez, delegada de la Consejería de Asuntos Sociales. Precisamente la Junta de Andalucía quiere impulsar la firma de un convenio internacional con Marruecos para atender, junto con las organizaciones no gubernamentales, a los niños desarraigados en los países donde han nacido.

"El chico estaba fuera, en la puerta del restaurante. Eran las once y media de la noche. Yo me percaté de él desde la barra, pero pensé que era alguien de los alrededores, un gitanillo quizá. Luego, al rato, entró con un camionero. Tenía el cuerpo manchado de aceite y humo. Tiritaba de frío, no de miedo. Miedo no tenía: estaba tranquilo. Dijo que tenía doce años, pero Jorge, mi compañero, sospechó que aún no los había cumplido", recuerda Rogelio Alejo, uno de los camareros del turno de noche del restaurante anejo a la estación de servicio El Torreón.

El niño vestía un pantalón vaquero sucio y una fina chaqueta de lana tan destrozada que, antes de ofrecerle un vaso de leche y un bocadillo, el camionero la arrojó a la basura y le cedió la suya. Un examen médico posterior detectó que sufría una perforación del tímpano en un oído, maceración de los pies a causa del frío, sarna y miles de piojos en los cabellos.

"Le tendimos la leche y un bocadillo de tortilla y lo devoró. Cogió el pan con confianza, como si lo esperara desde hacía tiempo. Antes le habíamos lavado las manos y cambiado la ropa. Dijo que se iba, pero insistimos que se quedara. Alguien le ofreció un pastel para retenerlo hasta que llegara la Guardia Civil, pero el niño no lo comió, prefirió guardarlo para otro momento", explica el camarero.

La Guardia Civil llegó veinte minutos después del aviso. El menor contó a una mujer árabe que había parado en la gasolinera que sus padres vivían en Tánger, pero que tenían un pariente empleado en una plantación de Almería que quizá lo esperaba. No había viajado sólo, puntualizó, sino con un chico mayor que él, de quince años, dijo, que había huido campo a través desde la gasolinera.

En realidad su compañero no fue muy lejos. La Guardia Civil lo encontró poco después en las cercanías. de la estación de servicio, en el mismo término municipal de Albolote. Su estado en apariencia era mejor; al menos no padecía ninguna enfermedad infecciosa y fue enviado de inmediato a un centro de acogida. Esta mañana el muchacho será sometido a un examen médico.

La peripecia de los dos jóvenes no es una historia realmente nueva, salvo por la forma en que llegaron a España. Sólo en los centros de la Junta de Andalucía en Granada hay acogidos una veintena de menores que esperan la primera oportunidad para escapar en busca de trabajo a los campos de cultivo de Almería antes de cumplir los 18 años y exponerse a la repatriación. Los centros abiertos permiten esa licencia.

La entrada de menores magrebíes en España se ha incrementado en los últimos años. Según la Junta de Andalucía, los fluidos varían de una época a otra.

Todos los jóvenes que llegan han intentado escapar de la miseria a costa muchas veces de su vida La mayoría ha cumplido los 16 años y guarda celosamente un número de contacto telefónico en el bolsillo.

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