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Reportaje:

La víctima número 25 de la catástrofe de Jerusalén

La izquierda culpa al alcalde de la Ciudad Santa de la corrupción que causó el derrumbe en un local israelí

El alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, de 55 años, uno de los barones del partido nacionalista Likud, podría convertirse en la última víctima -judicial- de la catástrofe de la discoteca Versalles, donde el pasado jueves murieron 24 personas y cerca de 300 resultaron heridas. Las fuerzas pacifistas y de izquierda del Consistorio han iniciado una ofensiva político-legal tratando de responsabilizar al Gobierno del municipio de la tragedia, acusándole de negligencia y de corrupción en los temas urbanos.

'Lo sucedido en la discoteca Versalles es sólo una prueba del caos e irregularidades urbanísticas del Jerusalén Oeste', afirma Pepe Alalu, concejal del Ayuntamiento de Jerusalén por el partido pacifista laico Meretz, quien a acaba de pedir públicamente la dimisión del alcalde Olmert. Este edil de 56 años, ingeniero electrónico, oriundo de Perú e instalado en Israel desde hace más de tres décadas, sostiene que el departamento de urbanismo del Ayuntamiento de la Ciudad Santa permitía el funcionamiento de la sala de fiestas, aun sabiendo que tenía graves deficiencias inmobiliarias y que, además, carecía de la licencia municipal para estar abierta.

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El caso de la discoteca Versalles no es una excepción; numerosas industrias, comercios y centros de servicios de la ciudad, especialmente del barrio de Talpiot, donde sucedió la catástrofe, funcionan desde hace años sin tener el permiso del Ayuntamiento y a pesar de transgredir las normas básicas en materias de seguridad y edificabilidad. 'La situación es tan inaudita que hace pocos meses el propio alcalde Olmert asistió a la inauguración de un hotel que carecía de licencia municipal para permanecer abierto', añade Alalu.

Investigación judicial

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En el epicentro de las irregularidades urbanas de Jerusalén se encuentra el departamento de inspección urbanística del Ayuntamiento, que desde el mes de noviembre de 1999 está sometido a una investigación judicial interminable, con la que se trata de dilucidar la responsabilidad criminal de algunos de sus responsables, a los que se les acusa de 'hacer favores' a los constructores y propietarios de los comercios, obviando las transgresiones que éstos hacen en materia urbanística, y recibiendo a cambio determinadas compensaciones económicas. Los intereses son elevados; las recompensas, también: se habla de sobornos de hasta 100.000 dólares (cerca de 20 millones de pesetas).

'La situación es grave. El alcalde no hace nada para acabar con esta situación. Por ejemplo, hace pocos meses fueron jubilados a la fuerza tres ingenieros del departamento de inspección al descubrirse que estaban implicados en esta red', explica Alalu, quien se lamenta de la actitud del alcalde, que trató de echar tierra sobre el caso negándose a investigar con detenimiento el caso por miedo a las repercusiones políticas.

Las fuerzas de la oposición pacifista y de izquierdas del Ayuntamiento de Jerusalén van mucho más allá en sus acusaciones: aseguran que el alcalde ha utilizado los servicios de inspección urbanística de la ciudad para objetivos políticos de su partido, entre los que destaca la judeización de la ciudad en detrimento de los habitantes árabes. Desde hace años los inspectores se dedican en cuerpo y alma a investigar las actividades inmobiliarias en el Jerusalén árabe, donde de manera constante se fiscaliza la construcción de las nuevas casas de los palestinos y de forma inmediata se procede a su demolición en cuanto se detecta la menor irregularidad.

'Los presupuestos municipales demuestran esta actitud, ya que hay grandes partidas para inspeccionar y destruir las casas del sector árabe de Jerusalén frente a las partidas ridículas con que se dota a las inspecciones del Jerusalén judío', insiste el concejal Alalu.

Apoyo ultraortodoxo

La ofensiva desencadenada en el Ayuntamiento de Jerusalén ha colocado al Likud, que controla el gabinete municipal con el apoyo de los ultraortodoxos, en una situación delicada. Olmert es uno de sus barones más combativos y de mayor prestigio, abandera la 'unidad de Jerusalén' bajo el control israelí, es un enemigo impenitente de la presencia árabe en la ciudad y es, sobre todo, un líder carismático al que se le auguraba un brillante porvenir como futuro número uno del partido, y se le escuchaba con respeto cuando hablaba de sus ambiciones de convertirse un día en primer ministro.

Pero, además, y lo que es más grave, el ultranacionalista Likud corre el peligro de perder el control del Ayuntamiento de Jerusalén, en un momento especialmente grave en el que la Ciudad Santa se ha convertido en un punto de debate importante para la reanudación del proceso de paz entre israelíes y palestinos. 'No nos vamos a callar', concluye el concejal Alalu, el hombre del frente pacifista en el Ayuntamiento.

Protesta en la que Yihad Islámica anunció ayer más ataques suicidas.
Protesta en la que Yihad Islámica anunció ayer más ataques suicidas.AP

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