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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gesto inamistoso

La llamada a consultas del embajador de Marruecos en España constituye un gesto inamistoso que las autoridades de Rabat no han explicado suficientemente y que contribuye a deteriorar más las relaciones entre los dos países. Es necesario que las dos partes hagan un esfuerzo por normalizarlas.

Los vínculos entre los dos vecinos andaban por mal camino tras el fracaso en las negociaciones pesqueras entre Marruecos y la UE, las acusaciones públicas del Gobierno español sobre la falta de cooperación marroquí en la persecución de la inmigración clandestina y otros litigios. Rabat está molesto, al parecer, por las críticas que ha recibido en algunos medios españoles, pero ésa no es una factura que en una democracia pueda endosarse al Gobierno. También le ha disgustado que una ONG como la Plataforma Cívica Andaluza organizara una consulta en las capitales provinciales en Andalucía sobre el futuro del Sáhara occidental, pero tampoco representa la postura oficial del Gobierno español sobre este conflicto, si acaso, más próxima ahora a las tesis marroquíes.

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El problema más hondo parece estar dentro de Marruecos. Dos años largos después de su llegada al trono, el joven rey Mohamed VI no logra hacer progresar su programa inicial. Enredado con el majzén (la clase dirigente), el que gustaba ser llamado 'rey de los pobres' se ha convertido rápidamente, como escribe el antiguo opositor y ahora consejero Serfaty, en 'rey de los ricos'. A la vez, el conservadurismo de una parte de la sociedad frena sus impulsos modernizadores. Aún es tiempo de que Mohamed VI abra las ventanas de la política marroquí para que entre aire fresco y se avance hacia una monarquía parlamentaria. Serviría al progreso del país y favorecería lo que busca Marruecos: un Sáhara occidental autónomo dentro del reino. En el mejor de los casos, la repentina decisión de llamar al embajador puede ser fruto de una pataleta real más que de una decisión meditada; en el peor, una manera de tensar las relaciones con España para distraer la atención de los problemas internos.

Aunque había rectificado en las últimas semanas, el Gobierno de Aznar ha gestionado de forma pésima sus relaciones con Marruecos, y debe reflexionar sobre su parte de responsabilidad en el deterioro de la situación. Lo urgente ahora es desactivar lo que aún no se ha convertido en una crisis. Las buenas relaciones entre los jefes de Estado pueden propiciar un acercamiento. También la visita a Marruecos que tenía prevista el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, para mediados de mes. En vez de caer en la provocación, el Gobierno español, que preparaba la reunión de alto nivel para finales de año, debe tender puentes.

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