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Crítica:TEARO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mona y el plusmarquista

Javier Vallejo

Empiezo por el final: era lunes, único día de la semana que se representa John & Jitts, y la sala Cuarta Pared estaba casi llena de jóvenes, que aplaudieron a rabiar. John, por Johnny Weissmuller el mejor nadador de la primera mitad del siglo XX: batió 67 marcas mundiales, ganó tres oros en los Juegos Olímpicos de 1924, en París, y otros dos en los de Amsterdam, donde compitió lesionado. El hercúleo intérprete de Tarzán, primer atleta en bajar del minuto en los 100 metros libre, fue un niño enfermizo que aprendió a nadar a los nueve años por prescripción facultativa. Nació en Rumania en 1904, de padres húngaros que emigraron a Estados Unidos, pero algunas biografías dicen que su patria chica es Pensilvania, tal y como ponía en la documentación falsificada con la que los norteamericanos le presentaron a los Juegos Olímpicos. Abandonó el deporte de competición con 24 años, en plenitud de facultades, y se dedicó a promocionar bañadores. John & Jitts. Jitts por el mono, macho, que encarnó a la mona Chita en varias películas.

Bobbe Arnst, cantante, primera esposa de Weissmuller , le introdujo en el cine. En Glorifying the American Girl, su debú, Johnny aparecía vestido con una hoja de parra, dándolo todo por ellas. Luego le publicitarían como: "El único hombre en Hollywood que es natural y puede actuar sin ropa". Morían los felices veinte, y el productor Louis B. Mayer andaba buscando nuevo rostro para Tarzán. El primero que hizo el papel en el cine fue Elmo Lincoln, en 1918: parecía el homo antecesor de Pedro Picapiedra. En los quince años siguientes probaron suerte Harry Revier, Dempsey Tabler, Frank Merril, Buster Crabbe y Herman Brix. Dicen que una lesión de éste brindó a Weissmuller su oportunidad. No la soltó. Johnny no aceptaba que le sustituyeran en las escenas de acción, salvo en las peleas con animales de circo: salvaba, agarrado a una liana, longitudes de veinte metros. Lo demás era puro artificio. Las películas se rodaron en un jardín botánico: las únicas imágenes de África que aparecen fueron tomadas por W. S. van Dyke para Trader Horn, y reproducidas hasta el agotamiento en la serie de Tarzán. Jitts también tuvo suerte: la chimpancé que debía interpretar a Chita se electrocutó. Trabajó en el cine durante tres décadas (hasta 1967, cuando rodó Doctor Doolittle), y dicen los periódicos que en su vejez pinta como un mono cuadros que se venden a 35.000 dólares.

John & Jitts es una comedia en la que Julio Salvatierra plantea un hipotético reencuentro entre el simio humanizado y el hombre asilvestrado, en la residencia de Acapulco donde éste murió: son dos ancianos. Cuando uno de ellos, vestido con un albornoz y encapuchado, se descubre la cabeza, sorprende encontrar debajo al mono, como sorprendía encontrarlo, al subirse a un taburete de un ágil salto, bajo el bien educado conferenciante de Informe para una academia, en la interpretación de José Luis Gómez. Yiyo Alonso dice los monólogos de Jitts colgado de una liana, a veces cabeza abajo, con facilidad y confort aparentes. Juan Alberto López, actor del tamaño de un armario, encarna a Weismuller en un registro cómico que recuerda al de Tony Leblanc joven, cuando interpretaba a un profesor despistado en su programa diario de TVE. Habla bajito, con mezcla de naturalidad y trabajada desgana, y esboza el grito tirolés distorsionado de Tarzán como quien lanza al ruedo vacío un olé desvaído. John y Jitts se cruzan, se miran, pero no se hablan: su interlocutor es el público. El director, Emilio del Valle, ha llevado el espectáculo, sutilmente, hacia un tú a tú con el espectador que es muy del género de variedades: en algunos momentos, el humor de esta extraña pareja tiene el aroma de aquella, no menos extraña, que formaban Escamillo y Lita Claver, La Maña, en El Molino barcelonés. Lo mejor: la narración, precisa como un manual de instrucciones y tensada como un arco, del golpe con el que Errol Flynn se juega la vida (y las de Weismuller y John Wayne) frente a las tropas castristas, en un campo de golf de La Habana. Ahí Salvatierra mete su bola en el hoyo sin rozar el borde.

John & Jitts. Madrid. Sala Cuarta Pared. Todos los lunes, hasta el 30 de agosto.

Yiyo Alonso (izquierda) y Juan Alberto López, en 'John & Jitts'.
Yiyo Alonso (izquierda) y Juan Alberto López, en 'John & Jitts'.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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