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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Galdós sin culpa

Jordi Gracia

Desde los tiempos inmemoriales del tardofranquismo el crédito de Galdós sólo ha podido aumentar enteros entre los modernos porque había llegado a niveles de indecencia: eran los años de pugnacidad chispeante de Juan Benet, finales de los sesenta, cuando había que ser moderno a costa de lo que hiciese falta, incluido un escritor mayor del siglo XIX europeo, articulista, viajero, dramaturgo y novelista; era el tiempo, digo, en que empezaba la beatería benetiana y allí Galdós encajaba de la peor de las maneras, en primer lugar porque era español, entre madrileño y canario, y no escribía en inglés y ni siquiera en francés (aunque se supiese de memoria a Dickens y Balzac fuese su hermano de letras).

PROSAS CRÍTICAS

Benito Pérez Galdós

Introducción y edición de José-Carlos Mainer

Notas de Juan Carlos Ara

Espasa. Madrid, 2004

956 páginas. 60 euros

Si José-Carlos Mainer, que es el autor de esta edición y de un inmaculado ensayo sobre el mundo de las novelas, La escritura desatada, no logra disolver ese maleficio en nuestra culta cultura, yo creo que no lo va a conseguir ya nadie en los decenios venideros. El mismo Mainer prologó en 2002 El doctor Centeno (Biblioteca Nueva), que es una de las novelas de la década prodigiosa del realismo en España, los años ochenta, y es ahora responsable de un excelente invento, que no sé si es de Claudio Guillén, director de la colección Biblioteca de Literatura Universal, o es del propio Mainer. En todo caso, el resultado es un libro que ha de sacar de encima de Galdós esas fotos de la vejez del escritor, esa sensación de san bernardo de la novela española, paquidérmico, tosco, tierno pero atufado de olor a repollo y sí, muy prolífico, pero invenciblemente casposo o, cómo decirlo, plebeyo. Pero echen un vistazo a las mil páginas de este tomo, que es una antología de la prosa ensayística y viajera de Galdós, y echarán también a rodar algunas de las banalidades que hemos heredado sobre la insolvencia intelectual de personajes tan maltratados por nuestra perezosísima memoria colectiva. Y cuentan además con Juan Carlos Ara, que es otra vez el eficientísimo colaborador de Mainer en avatares editoriales y anota con salero y extensión las minucias de los textos, y a menudo las del propio Galdós.

Y si a veces se reúnen textos

muy conocidos hay muchísimos otros poco accesibles: sus crónicas literarias y viajeras, sus ensayos sobre música, los prólogos a su obra y a la obra ajena (entre ellos uno espléndido a su obra teatral Los condenados, con un repaso de alivio a la vida literaria de su tiempo, o el que puso a La Regenta el año mismo de la muerte de Clarín, 1901) y una dispersa y curiosísima galería de semblanzas literarias, llenas de viveza y voz de autor. Cuando Bécquer muere en 1870 no es ni de lejos el tótem de las ternuras adolescentes de ahora, pero Galdós ya ve en él ese ansia de "perderse en la vida infinita", y detecta el significado de sus formas líricas en suspensión, como el polvo... Y en uno de los prólogos se pone modernista para defender un simbolismo que no sea mero jeroglífico alegórico, "déjenle, pues, su vaguedad de ensueño, y no le busquen la derivación lógica ni la moraleja del cuento de niños", porque eso empobrece irremediablemente el valor de la literatura, y no están las cosas como para hacerse más pobres todavía. En 1865, su juicio de la literatura española es depresivo e irreprochable -"el movimiento literario no se parece en nada al del vecino imperio"- porque además de que se publican aquí pocos libros, encima no son buenos, ni nadie hace caso, la prensa está en otras cosas y esto parece no tener remedio. Incluso hacia el fin de siglo, cuando los periódicos van dejando de ser armas de los partidos políticos y empiezan a ser órganos de información, las cosas no acaban de salirle mejor a la achuchadísima profesión de escritor en España: "A los pelotaris, a los ciclistas y a los lidiadores de reses bravas consagra nuestra Prensa mayor espacio y atención más cariñosa que a todas las artes liberales".

Benito Pérez Galdós (1843-1920), con Margarita Xirgu.
Benito Pérez Galdós (1843-1920), con Margarita Xirgu.ALFONSO SÁNCHEZ PORTELA

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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