_
_
_
_
_
Reportaje:FÓRUM DE BARCELONA | Actividades

En la estela del 'Elcano'

El buque escuela llega a Barcelona para participar en el Festival del Mar del Fórum

Jacinto Antón

A las 7.30 horas destapamos la ametralladora de 20 milímetros de proa. Si hubiéramos disparado, la ráfaga habría ido a darle directamente al buque escuela italiano de tres palos Palinuro, amarrado justo enfrente -en el Moll de Barcelona-. Claro que no hubiera sido un acto muy Fórum atacar a uno de los veleros participantes en el Festival del Mar. Nadie parecía tener prisa. ¿Llegaríamos tarde al prometido encuentro en el mar con el Juan Sebastián Elcano, el buque escuela de guardiamarinas de la Armada española? A 20 millas de nosotros el bellísimo navío, en su 75ª singladura , avanzaba hacia su destino como una paloma blanca. A las 7.59 horas exactamente el teniente de navío Cristóbal Martínez Suances, de inmaculado uniforme, se instaló en el abarrotado puente exterior del patrullero y dijo unas palabras mágicas: "Atrás 800 las dos". El P-34 Alcanada se puso en movimiento tras estornudar una nube negra y zarpamos. Mientras otros se colocaban en las amuras, este enviado especial en el patrullero de la Armada se instaló al lado del comandante, que parecía el sitio más seguro, sobre todo después de leer la impecable crónica de John Hersey, corresponsal del New Yorker y premio Pulitzer, sobre el hundimiento de la PT-109, la torpedera que mandaba John F. Kennedy, partida en dos al embestirla un destructor japonés en las Salomón, cerca del volcán Kolombagara.

La Alcanada, de 32 metros de eslora, surcaba ya las oleaginosas aguas del puerto, el sol se alzaba con fuerza y uno podía sentirse patrullando en el Mekong de no ser porque en el Mekong no debe de haber botellas de Fontvella flotando y difícilmente se cruzará alguien con el crucero de placer Melody. Pasamos junto a un gato ahogado y varios cargueros con banderas extravagantes, y dejamos atrás la bocana del puerto. Era fácil dejarse llevar por la sensación de aventura y libertad, imaginar periscopios y cazas enemigos, aunque el leve balanceo de la patrullera aconsejaba ni probar la empanada de atún con que la generosa tripulación había decidido obsequiar a sus invitados. Todo el pasaje, ansioso de ver el gran barco, ejercía de serviola cuando resonó el esperado grito: "¡Ahí está!". Ahí estaba, efectivamente, surgiendo a babor como una aparición rebosante de belleza. Era tan bonito que daban ganas de llorar. Pero no se llora a bordo de una patrullera de la Armada. Decía Patrick O'Brian que uno de los momentos más maravillosos de su vida fue cuando se cruzó en alta mar con el célebre cuatro palos alemán Pamir -naufragado luego espantosamente a causa de un huracán en 1957-. Es difícil, en verdad, disfrutar de una visión más hermosa que la de un gran velero navegando. Aunque, en realidad, el Elcano no lucía ya velamen. Un montón de figuritas vestidas de azul se afanaban en recoger la última vela.

El comandante Martínez Suances nos acercó al enorme bergantín goleta y mientras la gente lo fotografiaba dejó escapar un tan hondo como sorprendente suspiro. "He navegado en él, guardo grandes recuerdos. Estuvimos en Vancouver, Miami y Honolulú. La vida a bordo era estupenda". Las figuritas en el velero trepaban vertiginosamente por la jarcia y, al enfilar hacia el puerto, comenzaron a formar sobre las vergas para ofrecer la tradicional imagen del buque escuela. Salieron a recibirlo el práctico y los remolcadores, su grotesca silueta afeada por las elegantes líneas del bergantín.

"Deberían verlo navegar a toda vela, la sensación del nudo a bordo no es como en ningún otro barco", dirá luego a bordo del Elcano, ya atracado en el Moll de Barcelona, su comandante, el capitán de navío Juan Martínez Núñez, con orgullo. El Elcano, botado en 1925, ha pasado a lo largo de su existencia 13.000 días en el mar, la friolera de 34 años. Su comandante tendrá palabras de alabanza al Fórum y señalará que los navíos que participen mañana en el desfile Velas para la paz llevarán vacía la santabárbara, gracias a Dios.

Recorrer el bergantín por dentro es casi tan emocionante como verlo en el mar. El barco está atiborrado de gente, ya que a los 257 tripulantes se han sumado familiares y colegios, con lo que reina un ambiente digno de la HMS Surprise en pleno zafarrancho. En la camareta de guardiamarinas la atmósfera es de Botón de ancla. Llevado del entusiasmo, este enviado especial meterá los dedos en una gran olla para probar si es grog: resultará ser caldo de gallina. En el puente, el alférez de navío Guillermo Tosar explica que el Elcano ha atravesado numerosísimos temporales. En 1996 pillaron uno a la altura de Suráfrica en el que, al clavar la proa en las olas, el barco partió el bauprés. Al descender del buque escuela, el visitante sólo tiene que recorrer unos metros para volver a sumergirse en la gran aventura marítima: ahí está la fragata polaca de tres palos Dar Mlodziezy, y todo Conrad espera a bordo.

El <i>Juan Sebastián Elcano</i> navegando ayer hacia el puerto de Barcelona, fotografiado desde el patrullero P-34 <i>Alcanada.</i> /
El Juan Sebastián Elcano navegando ayer hacia el puerto de Barcelona, fotografiado desde el patrullero P-34 Alcanada. /CARLES RIBAS
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_