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INTEGRISMO POLÍTICO EN EE UU / 5
Columna
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El eje nacional-populista

La persistencia y generalización de los procesos globalizadores se ha traducido en una exacerbación de las identidades colectivas, a la que se ha agregado la multiplicación de la oferta de los credos nacional-culturales que ha puesto en circulación la multiculturalidad como doctrina y como práctica, suscitando reactivamente la unilateralidad como trinchera defensiva. Lo que ha sucedido en plena regresión de las opciones políticas de progreso, arrinconadas por la cruzada ultraderechista que se opuso a los avances del movimiento ciudadano norteamericano de los años sesenta y a la profunda transformación de la vida cotidiana que los acompañaron. Reagan, Bush padre y sobre todo su hijo, y, desde este lado del Atlántico, Thatcher y sus acólitos consolidaron esta revolución conservadora y la transformaron en integrismo político, es decir, en una estructura ideológica y política radical situada extramuros del consenso democrático dominante. Los comportamientos violentos de las milicias patrióticas, de los supremacistas blancos, de los Ciudadanos por Cristo, de los partidarios de la guerra santa racial, el atentado de Oklahoma de 1995 y sus 168 muertos, los más de 40 intentos de agresiones terroristas repertoriadas desde los años setenta que se proponían utilizar armas biológicas y químicas, obra de grupúsculos de la extrema derecha (Walter Laqueur, The New Terrorism, Phoenix Press), considerados como la consecuencia extremada y aberrante de esta situación.

Por lo demás, la radicalización ideológica a que dio lugar produjo un desplazamiento de las fuerzas políticas que se escoraron fuertemente hacia la derecha extrema, dejando disponible el territorio político y electoral de la derecha tradicional que pronto fue ocupado por el centro y éste a su vez por la izquierda, falseando con ello todas las posiciones del espectro político. Máxime en un contexto en el que la ausencia de hipótesis teóricas y de propuestas reales, susceptibles de sustituir la democracia de mercado por la democracia de los ciudadanos, había constituido al social-liberalismo, convertido en pensamiento único, en la sola alternativa posible al conservadurismo reaccionario. Esta reducción del espectro político-ideológico y la hipermediatización de nuestras sociedades confinaron la participación democrática en el mostrenco espacio de la teledemocracia, donde la omnipotencia de la imagen, la simplificación extrema del mensaje y la obsesiva protección de la identidad colectiva frente a los temidos riesgos de la inmigración tenían que llevar al populismo como modalidad privilegiada del ejercicio político (Pierre-André Taguieff L'illusion populiste. De l'archaïque ou médiatique. Berg International 2002). La convergencia del autoritarismo identitario de Bush con los nacional-populismos europeos de corte autocrático adquiere especial visibilidad por la emergencia en Europa de la derecha nacional populista y sus triunfos electorales (Hans-Georg Betz. La droite populiste en Europe, Edit. Autrement, 2004). En Austria, el FPÖ llegó en 1999 al 26,9% de los votos y a los 52 escaños; en Suiza, el Schweizer Volkspartei alcanza en 2003 casi el 27%; en Bélgica, el Vlaams Blok (VB) se ha convertido en una fuerza política mayor, superando el 24% en Amberes; en Noruega, el Fremskrittspartiet ha conseguido asentarse como el segundo partido noruego. Forza Italia representa el ejemplo más inquietante porque sirve de modelo a una nueva derecha radical-populista que ofrece la promesa telecrática de la seguridad y la esperanza del éxito frente a los fantasmas cotidianos del miedo y el fracaso. Todos ellos, conjuntamente con los diversos populismos rusos -Putin, Jirinovski, el bloque Ródina, de Dimitri Rogozine, el partido LDPR-; el Partido Radical de Serbia, primera fuerza de su país, con Vojislav Seselj en la cárcel pero a su cabeza; el Partido de la Gran Rumania, segundo partido rumano, entre otros, son los principales componentes de esta nueva alianza euroatlántica de condición nacional-populista. Determinante en la imparable implosión de la democracia en el mundo.

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