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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La impostura que no cesa

Existe un significativo porcentaje de la ciudadanía que tiende a valorar a la clase política como una caterva de desvergonzados integrada, en la consideración de los más templados, por hombres y mujeres patológicamente ávidos de poder y, en la de los más exaltados, por pícaros de mayor o menor enjundia pero que "... son todos unos chorizos". Esta resignada falta de confianza de la población en sus representantes, lamentada de cuando en cuando por algún tratadista, intelectual o político como causa evidente de deterioro del sistema democrático, se genera en un círculo vicioso iniciado por el proceder habitual de estos mismos representantes, que dejan ver sin tapujos su condición de mercachifles y su notoria pero desahogada impostura.

Tomemos como ejemplo el asunto de la deuda histórica: hasta poco antes de las últimas elecciones generales, Chaves exigía al Gobierno central el pago de la dichosa deuda a voz en grito, en tono fanfarrón, inflamando la ira de los andaluces al plantearla como una cuestión de honor nacionalista. Esta desgarrada solicitud de justicia retributiva ha durado tanto como el PP en el poder; una vez sustituido por sus camaradas socialistas, nuestro inevitable presidente andaluz ha depuesto su actitud radicalmente. Ahora resulta que bueno, que no era para tanto, que ya nos han dado mucho dinero en otros conceptos y no hay que abusar, que ya se pedirá en otra ocasión (seguramente cuando el PP vuelva a gobernar la nación).

En definitiva, que toda la pantomima se montó como un instrumento de lucha contra el adversario político, un instrumento que se acciona con el engaño a la población y que, cumplida su función, se desecha sin más. En el mismo apartado podríamos meter la autovía Córdoba-Málaga, cuya terminación para el año 2006 se le exigía al PP con santa indignación, pero cuyo seguro retraso se le justifica comprensivamente al PSOE.

Y si nuestros gobernantes se permiten actuar con tan irresponsable frescura, es debido a la tolerancia del electorado. Desfogamos nuestra irritación en el entorno doméstico, laboral, acodados en la barra de un bar o en una conversación de peluquería y, rematando nuestra vana protesta con una sentencia del calibre de la arriba apuntada, quedamos aliviados y dispuestos para tragarnos la siguiente engañifa sin pedir cuentas.

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