_
_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No. Iguales, no

En el Desfile de la Victoria de ayer había muchas novedades de armamento y de uniformes; ya no eran las viejas lanzas herrumbrosas -que diría Benet- que nos destrozaron. La idea del curioso Bono de llamarle "de la concordia" no cambia su sentido. El verdadero desfile de la paz sería ningún desfile. Concordia es que los corazones latan al unísono, y eso no está pasando. Tampoco brilló mucho tiempo la "reconciliación nacional" de Carrillo. Los triunfantes se reían de él: ¿para qué iban a reconciliarse con los vencidos? El "para qué" es clave de muchas cosas, sobre todo cuando se examina el materialismo de la derecha. Supongo que a muchos de ellos les molestará también esta concordancia querida por el manchego: perder las últimas elecciones no es más que un pequeño accidente en el recorrido triunfal. La guerra la ganaron ellos una vez para siempre. Desde Mío Cid, creo; o desde el Gran Capitán, no les ha fallado el lábaro de Cristo. Los interregnos han sido escasos. Pero en cuanto al desfile de ayer hay algo que se debía corregir: no somos los mismos unos que otros. Aunque haya puesto a dos veteranos de la guerra mundial: uno de la División Azul y uno de los republicanos españoles que tomaron París a los nazis.

No, no somos iguales. No era igual Hitler que De Gaulle, ni lo mismo Franco que Azaña. Ni jurídicamente: unos procedían de un régimen democrático, votado por una mayoría de españoles, que fue arrebatada por un golpe de estado y una guerra civil especialmente sanguinaria, y otros eran los que robaban ese régimen y aquella convivencia, que previamente habían hecho imposible. Yo tuve amigos falangistas, y amigos que fueron a la División Azul que levó Ramón Serrano Suñer con su grito: "¡Rusia es culpable!"; seguimos siendo grandes amigos cuando volvieron, aunque no volvieron todos. Convivir no es concordar. No. Iguales, no. Fascismo y antifascismo no es lo mismo, sino todo lo contrario. Una cosa es combatir en el bando de Hitler y otra en la liberación de Francia con De Gaulle, Churchill, Roosevelt y Stalin. El que los desfilen juntos es un acto de amistad de dos ancianos sacados de la Historia: está bien. Pero no es una concordia militar ni civil. Primero, que vuelva la bandera, la constitución; y la restitución. Para que seamos iguales, tienen que empezar ellos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_