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Columna
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Celtas largos

La afirmación nacionalista suele derivar en el imperialismo, aunque éste resulte grotesco. En España funcionan varios expansionismos regionales que buscan en la historia o en el idioma, según convenga mejor, el talismán para engordar mapas y poderes. Por ejemplo, todos sabemos que hay un imperialismo vasco que opera sobre Navarra. Tampoco ignoramos que la aplastante mayoría de los navarros no quieren formar parte de esa instalación étnica llamada Euskal Herria. Y bien sabemos, por desgracia, que todo eso les da igual a los hooligans vascos de la absorción navarra. Ellos están a lo suyo, ajenos a la libertad de los otros. Son cosas de las esencias.

Vayamos ahora a otra parte de España, esa nación que, entre otras cosas, existe. Y existir es algo relevante, sin duda, en tiempos de tantas quimeras geopolíticas. Vamos a Galicia, donde los nacionalistas gallegos, muy menguados de votos, se consuelan alentando la anexión de aquellos territorios asturianos, leoneses y zamoranos donde se habla, bien poco por cierto, el hermoso idioma gallego. Se trata de comarcas que nunca formaron parte de Galicia. Que siempre fueron asturleonesas. Pues bien, eso les importa muy poco a los del BNG. Ellos entienden que aunque la historia no les otorgue la razón, la lengua sí (aunque apenas se hable). Es como si Castilla-La Mancha reclamara el valle de Ayora, Utiel o Villena porque en dichas tierras se habla, desde hace siglos, el castellano. O Murcia, el Bajo Segura por las mismas razones. O Aragón el Alto Palancia. Los nacionalistas gallegos anhelan expandirse por Asturias y León. Como leonés hijo de asturianos no dudo en que las posibilidades de esta iniciativa se reducen a cero. Y lo digo desde mi plena -y nada original- admiración por Galicia y su cultura, país fascinante y acogedor donde la gente domina el excelso arte de la ironía; y donde nació una narrativa extraordinaria. Tantas gracias que os damos Valle-Inclán, Dieste, Blanco-Amor, Cunqueiro, Fole, Torrente Ballester, Cela, Casares, Ferrín...

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