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Reportaje:

El 'comando médico' de Al Qaeda

Los sospechosos de los atentados de Glasgow y Londres trabajaban en hospitales y laboratorios

Las ocho personas hasta ahora arrestadas por su presunta relación con los intentos de atentar con coches bomba en el aeropuerto de Glasgow y en el centro de Londres estaban ejerciendo empleos relacionados con la medicina: médicos, estudiantes de medicina o empleados en un hospital de la sanidad pública británica (NHS). Ese hecho tan llamativo ha planteado la cuestión de si los servicios secretos británicos han de cambiar su manera de trabajar y si el país es demasiado laxo a la hora de dejar entrar médicos extranjeros.

La sanidad pública británica depende de manera decisiva de la mano de obra extranjera: de los 277.000 facultativos registrados en el Colegio de Médicos, 128.000 se han formado en el extranjero. Aunque a corto plazo habrá presiones para endurecer los criterios de aceptación de médicos de fuera, éstos seguirán siendo establecidos de acuerdo con las necesidades.

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De hecho, las condiciones ya se endurecieron hace un año: hasta entonces, los médicos extranjeros podían instalarse sin permiso de trabajo, con el único requisito de demostrar su capacidad como médicos. Eso cambió porque la ampliación de las plazas para estudiar medicina en el Reino Unido empezó a producir nuevas promociones de médicos y a reducir su dependencia del exterior.

Cuatro expertos consultados por este diario coincidieron en que la utilización de gente cultivada y de profesiones liberales no es una novedad en el terrorismo, y tres de ellos opinaron que la lucha contraterrorista no va a cambiar. Un cuarto experto sugirió que la crisis de estos días "puede afectar al sistema de trabajo de los servicios secretos británicos".

Un experto que conoce muy bien el trabajo de los servicios secretos opinó, en cambio, que nada cambiará. "Los servicios secretos trabajan con personas, no con sectores o con empresas. No se van a dedicar a intentar infiltrarse en el NHS", aseguró.

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Servicios secretos

El único experto que habló sin exigir anonimato fue Robert Ayers, del centro de estudios internacionales Chatham House. "Lo que ha ocurrido demuestra que el terrorismo no es algo relacionado con las clases sociales o los niveles de pobreza, sino algo ligado sobre todo a una ideología", dijo. "No va a cambiar la manera de trabajar de los servicios secretos porque lo que han de hacer, y de hecho ya es lo que estaban haciendo, es infiltrarse en aquellos grupos de gente que pueden estar atraídos por esas ideas radicales. Y eso no depende de las clases sociales", insistió.

Otro analista, que no quiere ser identificado, opinó: "No creo que sea significativo el que sean médicos. A fin de cuentas Ayman al Zawahiri [número dos de Al Qaeda] es doctor en medicina, muchos de los que participaron en la yihad en los ochenta y los noventa tenían un alto nivel educativo y muchos de los que han desarrollado la estrategia de Al Qaeda se educaron en colegios y universidades británicas". "Que sean todos médicos parece una coincidencia: la radicalización suele ocurrir en grupos compactos, gente con experiencias similares que están juntos en un país extranjero", añadió.

"El modo de operar de este grupo no ha sido especialmente sofisticado o capaz. Han dejado muchas pruebas fáciles de seguir y no han conseguido lo que buscaban. El atentado de Glasgow no estaba bien planeado y su ejecución ha sido aún peor. Eso es indicativo de que es un grupo que se ha auto-radicalizado, más que tratarse de un grupo dirigido desde fuera por Al Qaeda", opinó. "No veo cómo los servicios secretos británicos pueden cambiar de manera fundamental su manera de trabajar. El islamismo radical tiene tantas ramificaciones que siempre puede haber un complot o un grupo fuera del radar. El IRA y ETA estaban mucho más controlados porque eran grupos muy reducidos, pero eso no les ha impedido cometer grandes atentados".

Un policía británico monta guardia ante la sede de Scotland Yard, en el centro de Londres.
Un policía británico monta guardia ante la sede de Scotland Yard, en el centro de Londres.AP

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