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Reportaje:

Picasso, cronista de su tiempo

La Fundación Barrié inaugura en Vigo la primera parte de una gran exposición con bodegones del genio malagueño nunca exhibidos

"Íntimo, inédito y exquisito", con estos tres adjetivos presentó ayer la directora de la Fundación Barrié de la Maza, Marta Rey, la parte de la muestra Picasso. Laboratorio de estilos, que se exhibe ya en la sede viguesa de la institución y que presenta más de 30 naturalezas muertas. Hoy se abre al público en A Coruña el segundo capítulo de este evento, consistente en una selección de retratos femeninos.

Como recordó la asesora científica de la muestra, María Teresa Ocaña, retratos de mujeres y bodegones constituyen dos líneas temáticas estructurales en la obra de Pablo Ruiz Picasso (Málaga 1881-Mougins, Francia, 1973). La selección que se presenta en Galicia está integrada por casi 90 obras, 74 pinturas y 15 dibujos, datados entre 1914 y 1972. Además del ejercicio plástico y de creación que contienen los trabajos presentes en este Laboratorio de estilos, otro valor excepcional de la muestra que la Fundación Barrié de la Maza exhibe en exclusiva en España reside en que muchos de sus elementos, todos ellos en manos de un coleccionista privado, no han sido expuestos nunca al público.

La muestra fue elegida por el público de PhotoEspaña como la mejor del ciclo
"Aún queda mucho Picasso por descubrir", afirma la asesora de la exposición

La sección de este programa expositivo que llega a Vigo aporta una luz distinta sobre Pablo Ruiz Picasso a través de 32 naturalezas muertas, 22 de ellas inéditas. Son obras que permiten establecer un itinerario en el tiempo, con el pintor convertido en cronista alegórico de su contemporaneidad, que transitan los caminos de la diversidad de estilos e influencias que el artista recoge durante la primera mitad del siglo XX y lo presentan en metamorfosis constante.

Se trata de bodegones cargados de simbología en piezas de pequeño formato donde Picasso no deja nada por explorar sin restar un ápice de intensidad. Características que los convierte, en opinión de Marta Rey, en trabajos que "cualquier artista guardaría para su colección particular o para sus seres más queridos a modo de pequeñas joyas". Más allá de los años cincuenta, la dedicación del pintor a este género tendrá ya solo carácter esporádico.

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Los bodegones conforman dos grupos cronológicos. El primero comienza en el año 1914 y se cierra en 1927, por lo que se corresponde con los lenguajes y recursos propios de su época cubista. La nunca expuesta Composición blanca con pipa, de 1913-1914, inaugura la serie. Es poco más que un trazo blanco sobre fondo negro, casi un negativo fotográfico, en el que se representan una copa y una pipa, dos de los motivos recurrentes de la selección. La tendencia, propia del cubismo, de desarrollar series extensas sobre una misma idea promueve la experimentación con materiales, soportes y técnicas diversas. Como las mezclas de arena, lija y óleo, los dibujos al carboncillo, los óleos naturalistas sobre papel y lienzo y algunos coqueteos con el surrealismo. Es el caso de Bodegón con paleta, caballete y cántaro, de 1926.

El hambre, la muerte y los horrores de la guerra protagonizan el segundo grupo de obras, que reúne las realizadas entre 1936 y 1947. Entre la guerra civil española y la segunda guerra mundial, Picasso pinta en oscuro calaveras, sombras y cuchillos afilados, pero también alimentos, fruta y vino que tanto escaseaban por aquel entonces. Retrata la fragilidad de la vida humana, sometida a un reparto macabro de papeles: víctima o verdugo, como queda patente en Bodegón con puerros, cabeza de pescado, cráneo y jarra (1945-1946).

María Teresa Ocaña resaltó el carácter autobiográfico de muchos de estos elementos, ya que "el artista estaba impresionado por las noticias que le llegaban de España a través de su familia y él mismo en París padecía la hambruna terrible". En medio del desastre, por las rendijas del alma se cuelan ciertos sentimientos de optimismo que resultan en composiciones inundadas de color. También en esta época, el pintor también dedica una serie a la tradición española del bodegón en la que introduce rasgos del Siglo de Oro con elementos característicos de Zurbarán o El Labrador.

Especialista en su obra, María Teresa Ocaña aseguró que todavía queda mucho Picasso por descubrir, "aunque son piezas que están controladas, quedan cosas por ver, indagar y estudiar".

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