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Efectos de la crisis

Los grandes eventos, cuestionados

Los expertos abogan por crear estructuras y racionalizar el espectáculo

Para el Consell no hay debate posible: la política de grandes eventos como la Copa del América, el gran premio de Fórmula 1, la Volvo Ocean Race, el master de golf Castellón-Costa Azahar o la visita del Papa Benedicto XVI, han supuesto una evidente proyección internacional para la Comunidad Valenciana y han generado una riqueza importante. El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, tan lejos como el pasado jueves volvió a defender los grandes eventos como un instrumento de primera magnitud en la lucha contra la crisis económica.

Según la Generalitat, el impacto económico de los grandes eventos en la Comunidad Valenciana ha sido hasta el momento de 8.000 millones de euros, con una inversión de 5.000 millones, 52 millones de visitas, y una creación de empleo "acumulado" que ha beneficiado a 235.000 personas. La bondad sin matices de los grandes eventos no es, sin embargo, unánime.

Iribas: "Los países escandinavos no hacen eventos, crean estructuras"
Para la hostelería es el momento de aprovechar los eventos existentes
Martín: "Hay que reutilizar lo construido. Una época ha terminado"
Dolç: "Son escaparates pero carecen de perspectiva"
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Para Juan Carlos Gelabert, presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería de Valencia, "la gestión de los eventos debe hacerse con criterios de marketing y eficacia técnica, no como herramienta de propaganda; y en la última etapa creemos que se ha gestionado con un perfil evidentemente técnico". Para Gelabert, hay estrategias de mercadotecnia "cuya valoración no se puede hacer en el corto plazo". De momento, el sector valora positivamente que Valencia esté "en el mapa" aunque señala que el punto de partida -las dos finales de la Liga de Campeones del fútbol europeo que disputó el Valencia- fue ajeno a la gestión política.

Para Gelabert, ahora "hay que diseñar estrategias de fidelización y comercialización, aunque ahora los recursos son menores. En todo caso, probablemente no sea el momento de diseñar grandes proyectos ex novo, sino de aprovechar los ya existentes".

Josep Vicent Boira, catedrático de Geografía de la Universitat de València, coincide en que "todas las ciudades de Europa buscan celebrar grandes eventos para atraer la visita de los ciudadanos" como parte "del marketing urbano y territorial". "En Valencia se podría haber hecho mejor, pero lo hecho no es en absoluto extraño en el contexto internacional", prosigue Boira, que cita como precedente la Exposición Regional de 1909. Boira, además, considera que la filosofía se debe mantener y, en todo caso, "habría que redimensionar los eventos seleccionados a la luz de la crisis económica, ser más estrictos con sus dimensiones y hacer una valoración fría de los mismos: costes, oportunidades y beneficios". Otras apuestas serían la de insertar "los grandes eventos en una planificación urbana detallada" y conjugarlos con políticas sociales o de base. "El secreto no es eliminar los grandes eventos, sino elevar las políticas de base culturales, sociales y urbanísticas al nivel de exigencia y calidad, que no de coste económico, de aquellos", dice, y resume su planteamiento en una imagen: "Se debería aspirar a organizar grandes eventos, pero abriendo las bibliotecas municipales los sábados o domingos, como en otros países de Europa. Revolucionar la administración cultural y social diaria y cotidiana al tiempo que se abre la ciudad al exterior".

Una de las zonas más utilizadas en Valencia para grandes eventos han sido los barrios marítimos. La presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos, María José Broseta, distingue entre los efectos de la Copa del América y la Fórmula 1. Broseta argumenta que la competición marítima "sirvió para atraer durante más de un año a los participantes y reactivar la hostelería, pero los vecinos sólo obtuvimos 14 millones de euros para el embellecimiento de los barrios. En conjunto, la inversión fue superior a los beneficios". No obstante, Broseta destaca el acondicionamiento de la fachada marítima y el acercamiento de los vecinos al mar. "Sin embargo", prosigue, "la Fórmula 1 machacó las estructuras creadas". "Toda la inversión en la carrera es endeudamiento para la ciudad y sólo ha dado empleo muy precario y muy pocos días. Y lo más relevante, la carrera condiciona el planeamiento urbanístico de la zona, a través del Plan de Actuación Integrada (PAI) del Grao, lo que irá en detrimento de los colegios, jardines y comunicaciones de la zona". "No se puede hipotecar la calidad de vida de la gente con los grandes eventos", sentencia.

El arquitecto Carles Dolç avisa de que su valoración es "contradictoria". "Los grandes eventos, cuando se planifican con la perspectiva del día después, pueden ser positivos. Si no, generan problemas. Así, la Copa del América ha servido para cierta renovación del puerto; por el contrario, lo de la Fórmula 1 se ha convertido en un despropósito, ya que no ha hecho urbanismo, ha hipotecado parte del planteamiento urbano y no parece haber dinamizado nada".

"Los grandes eventos son escaparates publicitarios y, como tales, tienen unos rendimientos a corto plazo, pero por su carácter efímero carecen de perspectiva. Una ciudad necesita líneas estratégicas, económicas y urbanísticas, que impliquen una acción continuada. Eso es lo que no son los grandes eventos". Respecto al futuro, Dolç pide un urbanismo metropolitano "que saque partido de la singular combinación de mar, huerta, río y albufera que tiene Valencia. Los planes con perspectiva han de ser para rehabilitar y poner en valor las tramas urbanas".

El catedrático de computación y experto en transportes Gregorio Martín comienza negando la mayor. "Todo intento de ser sede de grandes acontecimientos se basa en dos condiciones: una movilidad fácil y barata y una bonanza económica generalizada. La segunda ya sabemos que no va a existir en el próximo lustro. Y respecto de la movilidad de personas, la lucha contra el cambio climático obliga a controlarla y, por tanto, a encarecerla".

Martín también marca diferencia entre eventos. "Desde la óptica del transporte, las infraestructuras son contradictorias: mientras la obra de la Copa del América se defiende por abrir la ciudad al mar, la Fórmula 1 ha demostrado ser una barrera incompatible con el concurso de ideas promovido por la alcaldesa". Y añade: "Mientras el puerto trata de buscar su referencia como centro mediterráneo de mercancías, las obras de ambos grandes proyectos lo estrangulan. Y la carrera portuaria se resuelve en tierra, con zonas logísticas, accesos, intermodalidad".

El especialista en movilidad no considera viable la continuidad de esta política. "Una época ha terminado", asegura Martín, que apuesta por "reutilizar lo construido para promover actividades económicas menos coyunturales". Impulsarse como centro logístico marítimo-ferroviario, la búsqueda de sinergias con Madrid y Barcelona, la revisión del modelo de geriátrico de Europa, la potenciación de los sectores industriales con tradición exportadora y la definición de unas pocas áreas de conocimiento en las que deberían centrarse los universitarios, son algunas de las recetas de las alternativas propuestas por Martín.

El sociólogo José Miguel Iribas introduce otra serie de matices. "Una política basada exclusivamente en los eventos no tiene un balance positivo. La cuenta de resultados no sale. La Copa del América salió bien, se organizó bien, pero no hemos vuelto a ver a los turistas anglosajones de alta capacidad adquisitiva, no ha habido efectos sobre la zona de tierra de la ciudad. Creo más en la Fórmula 1, que tiene mayor poder de convocatoria y públicos más generalistas, menos elitistas". "En todo caso", agrega, "los países escandinavos, que padecen menos la crisis, no hacen nunca eventos; crean estructuras de producción ligadas a las estructuras educativas". "Mientras, nosotros aplicamos políticas de corto plazo que no generan estructuras a largo plazo, porque los políticos necesitan resultados rápidos. Pero los cambios económicos no se pueden hacer en el corto plazo", dice.

Iribas prefiere centrarse en otro tipo de potencialidades. "La sexta parte de las playas cálidas de Europa están aquí. Tenemos que fijarnos en lo que tenemos más que en lo que podemos tener con inversiones extraordinariamente caras", explica.

Globalización y diferenciación

Una consecuencia poco ponderada de los grandes eventos es lo que Francesc Muñoz, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, denomina urbanalización, concepto desarrollado en su libro Urbanalización. Paisajes comunes, lugares globales. "Existe una arquitectura propia de los grandes eventos", explica el autor, "que hace que todos los centros urbanos y frentes marítimos sean prácticamente idénticos en todos los lugares. Y eso no es bueno porque lo que interesa de las ciudades son las diferencias, los valores añadidos". "Se pueden hacer grandes eventos y proyectar muy bien la imagen del lugar, pero en muchos casos los gestores son foráneos y no entienden de peculiaridades", razona. Un ejemplo: las recientes renovaciones portuarias de Barcelona, Valencia, Amberes y Génova "son idénticas", en parte a causa de la explotación comercial de las marinas. Y cita como un caso totalmente opuesto la renovación del puerto de Copenhague. "En un mundo global, eso es importante. Las ciudades que sean más peculiares y con mayor grado de diferencia serán más atractivas y económicamente más competitivas", resume. Muñoz considera que las polémicas actuaciones previstas, por ejemplo, en el barrio de El Cabanyal de Valencia, son un caso "clarísimo de urbanalización". "Se sustituye un paisaje que no existe en ningún otro lugar por otro copiado de otras ciudades", dice en referencia a la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez a costa de la trama tradicional de El Cabanyal-Canyamelar.

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