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Columna
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Anatomía de un fracaso

Últimamente vengo zapeando por radios y foros de Internet y lo que me encuentro no me gusta nada. Más aún: francamente, me asusta. Porque empiezan a proliferar los mismos argumentos que se oían por toda Europa en el periodo de entreguerras y que acabaron propiciando el triunfo del fascismo en muchos países. Sin duda les sonará esta línea argumentativa: "Mientras el paro crece y la crisis económica hace estragos, los políticos, una casta de privilegiados, no hacen nada y solo se dedican a conservar sus prebendas"; de aquí a la conclusión de que "sobra el régimen parlamentario, pues un buen partido autoritario es suficiente" media solo un paso. ¿No me creen?: compruébenlo por sí mismos recorriendo el dial o, simplemente, pegando el oído en la barra de los bares.

Sin embargo, sería ingenuo intentar remediar algo tan serio sin atajar previamente las causas. Este es el problema: los políticos no pueden ser descalificados en bloque y, en cualquier caso, ello no se puede hacer extensivo a la democracia -el menos malo de todos los sistemas de representación ciudadana-, pero esta vez nuestros representantes no se han lucido. No se han lucido porque nunca debieron permitir el filibusterismo de las instituciones financieras. No se han lucido porque nunca debieron alentar un modelo consumista y depredador que llevaba implícita su fecha de caducidad. No se han lucido porque ellos mismos cayeron a menudo en la corrupción y en el despilfarro de los recursos públicos.

La manifestación de hoy en Castellón, Alicante y Valencia era más que previsible y es inútil que desde el Consell se rasguen las vestiduras. Como ha afirmado un líder sindical, no la para ni Jesucristo, aunque sospecho que Jesucristo precisamente sería el primero en sostener la pancarta. El paro galopante que padecemos en España, y sobre todo en la Comunidad Valenciana, es lo más grave, lo más trágico y lo más canallesco que se les ha hecho a las personas de esta tierra desde hace muchos años. Si los políticos se mirasen en el espejo, lo entenderían. Cada vez que hay elecciones, asistimos al espectáculo poco edificante de ver cómo, con tal de que los pongan en buena posición en la lista, son capaces de cualquier indignidad y cómo la caterva de asesores inútiles que les acompaña acude a todo tipo de triquiñuelas para seguir otros cuatro años más. El fantasma del paro les hace aguzar el ingenio. No como esos manifestantes que solo saben hacer gala de una inmensa dignidad. Es gente que no pone zancadillas para quedarse con el puesto de trabajo, que asume el riesgo de la visibilidad contestataria y que repartirá sus ingresos menguantes entre los que han caído en el pozo del desempleo. Son personas incapaces de sostener que "no engañaron, aunque puede que se equivocaran", como si todavía cupiese algún margen de duda sobre lo desacertado de su diagnóstico; tampoco tendrían la cara dura de decir que "los tiempos son malos, pero seguirán en la línea que se habían marcado". ¿Cómo se puede argumentar de esta guisa si resulta evidente que la política de los últimos años ha sido un fracaso y que la costumbre infantil de echarse la culpa los unos a los otros y de mirar para otro lado no hará sino empeorar las cosas? ¿De qué pasta están hechos estos insensatos? Hace falta una inmensa catarsis de la sociedad y de las prácticas políticas (y empresariales) españolas si queremos sobrevivir. Así que la manifestación de hoy no va contra ellos: por increíble que les parezca, constituye su última oportunidad.

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