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CICLISMO

Cipollini impone su autoridad

Ninguna escapada fructifica transcurridas cinco etapas, y ningún español aparece en escena

Luis Gómez

El pelotón impone su ley, y la ley del pelotón acostumbra a favorecer a Mario Cipollini, todavía el más rápido, repuesto de un comienzo vacilante. El Rey León sumó ayer su segunda victoria, décima en el total de su palmarés en el Tour, y a buen seguro mantendrá todavía la incógnita de su regreso a casa: según considere cumplida su misión, cerrará el vuelo de vuelta. En su agenda ha dejado un hueco para la Vuelta a España, así se comporta el italiano, como una celebridad que hace galas por Europa. De esta manera, el Tour va camino de cumplir su primera semana sin una escapada con éxito. Aun sin patrón, la carrera discurre con rapidez y concierto. Buena noticia para hombres como Escartín, a quien debe de saber a gloria llegar a la contrarreloj inmaculado. No tan buena para los buscadores de etapas, que no logran marcarse un tanto. Y de entre ellos los españoles: no saben/no contestan, lo deben de dejar para más tarde. Posiblemente asustado por el exceso de velocidad del miércoles, el pelotón redujo su marcha de crucero el jueves. Bien es cierto que el calor apretó más y que el viento no echó una mano. A la vista de la situación, los buscadores indagaron la posibilidad de consolidar una escapada en toda regla. Tardaron poco en hacerlo, y al kilómetro cuatro se formaba un grupo de diez en cabeza, grupo que se fabricó un colchón de algo más de seis minutos en 25 kilómetros. Ningún español se había dado por enterado del asunto y más de uno tendrá que vérselas con el director respectivo por la noche.

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A algunos de los directores les pone de los nervios no ver a uno de plantilla por la televisión en una escapada numerosa de las que ocupan varias horas de pantalla. No les gusta porque saben que pueden recibir también la llamada del patrón con ganas de incordiar, punto en el que se cierra la cadena de reproches. Habría que añadir, en descargo general, que los gregarios españoles suelen aparecer a mitad de carrera, en terreno más sinuoso, y cuando el calor de julio entra con más fuerza.

Dando por sentado que diez corredores pondrían a prueba la fortaleza del pelotón, y que entre ellos no estaba inscrito un español, quedaba por vez si serían capaces de llevar al éxito su empresa. Kilómetros no les faltaron, pero les sobraban algunas dudas. Cuando se hizo evidente que el grupo debía sufrir el asalto del pelotón se produjeron algunas disensiones internas (unos querían dejarlo, otros preferían seguir y algún tercero buscaba sacar provecho de la confusión), de tal suerte que perdieron elementos, se divorciaron en dos grupos, se atacaron y la cosa terminó con un corredor nuevo en escena, el sueco Magnus Backstedt, que venía del pelotón, intentado la victoria en solitario. A falta de cinco kilómetros, se había terminado tanta palabrería y el pelotón llegaba consolidado a la meta. Sprint ortodoxo, tanto que casi no se echó en falta a ninguno de los especialistas, y victoria de Cipollini.

Del reparto de victorias, pueden darse por satisfechos Steels (2), Cipollini (2) y Kirsipuu (1, más cuatro días de amarillo). Queda sin mojar el alemán Zabel: si prefiere esperar hasta más tarde (suele perseguir el maillot verde de la clasificación por puntos), hoy puede haber alguna oportunidad para los buscadores. Si anda rabioso, se repetirá la película de la etapa. Seguro que hombres como Escartín, débiles para manejarse dentro del pelotón cuando éste conserva toda su fuerza, rezarán para que los acontecimientos discurran por este camino: caídas las justas, pocas incidencias y pelotón compacto hasta la misma línea de meta. No será bueno para el espectáculo, pero es gloria bendita para Escartín: la primera semana le puede resultar muy barata.

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