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CICLISMO

El más rápido en dar marcha atrás

El 'matemático' Calcaterra arregla el contrato del velocista italiano, que continuará en el equipo Saeco

Carlos Arribas

Dicen algunos ciclistas con envidia: "Jo, el Cipollini y los sprinters de la élite. Corren algo así como siete etapas por Vuelta, y en cada etapa sólo trabajan los últimos 200 metros. Y cuando quiere, Cipollini se retira y se va de vacaciones". Y añaden: "Claro que si pudiera, yo haría lo mismo". Mario Cipollini ganó su segunda etapa del Tour 99, la décima en su historial en la carrera francesa (ya ha superado a Fausto Coppi y va tras las 12 de Gino Bartali, el primado italiano); y después dio marcha atrás. "Bueno, en realidad, puede que siga en el Saeco", dijo. "Tras la victoria de Blois volvieron a abrirse las negociaciones, que parecían cerradas", explicó. Y dicho esto, se levantó y fue a besarle en la cabeza al jefe de sus matemáticos, al histórico Giuseppe Calcaterra, el aristócrata del Saeco.

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Sin él, igual que sin Scirea y Fagnini, los últimos que le lanzan a 70 por hora, no podría el guapo toscano alcanzar su regularidad en la victoria. Sin ellos, no renegociaría con el equipo Saeco.

No hay en el pelotón corredor que como Calcaterra (34 años, 1,91 metros y 80 kilos, 14 años de profesional, nueve victorias en su carrera, aunque la última data de 1994, en la Vuelta: después se puso al servicio de su majestad Cipollini) controle científicamente las velocidades y las cadencias y las posibilidades de éxito de fugados y pretendientes. Su cabeza es un bullir de datos y ecuaciones que, casi instantáneamente le dan la respuesta.

Él decide cuándo ponerse a trabajar con sus Saeco para echar una fuga abajo; decide qué velocidad imponer a la marcha y determina en qué kilómetro deben caer el o los fugados, con preferencia por el quinto antes de la llegada. A su rueda se colocan quienes quieren aprender y quienes quieren no fallar, de su equipo o de otros.

Y acabada la lección, y demostrado que no siempre el ritmo de robo a los escapados es de un minuto cada 10 kilómetros, se deja caer a cola de pelotón, come un poquito, bebe del botellín y se descuelga. Para entonces ya estará funcionando la locomotora roja de los Saeco: Scirea y Fagnini, con Cipollini detrás. Los dos le irán evitando el aire de cara hasta que la meta quede a su alcance para el último esfuerzo veloz. Cuando cruce la llegada, Calcaterra mirará a su derecha, hacia el podio, con la casi completa seguridad de que recibiendo los besos está su jefe.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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