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Tribuna
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"¡Estamos ahí!"

Fallaron los puntales y el edificio se tambaleó. La armada española, tan brillante en 1998, pasó bastante desapercibida a lo largo de 1999. Pero en los primeros compases del nuevo año parece reclamar a gritos la atención que no se le dispensó en la pasada campaña como consecuencia de los malos resultados que obtuvo. "¡Estamos ahí!". Lo proclaman Àlex Corretja, semifinalista en Sydney; Conchita Martínez, finalista en Gold Coast, y Arantxa Sánchez Vicario, semifinalista en ese mismo torneo y ganadora de Julie Halard en la ronda inicial de Sydney.Junto a ellos, asume el grito la última oleada que ha proporcionado la cantera: Juan Carlos Ferrero, Joan Balcells, Alberto Martín y Fernando Vicente. Y también jugadores como Albert Costa, Félix Mantilla, Pato Clavet, Magüi Serna y María Antonia Sánchez, los únicos que lograron tirar del carro el año pasado. El Open de Australia que está a punto de comenzar será su primera prueba de fuego de este año.

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"No fallamos todos", confiesa el mallorquín Carles Moyà, aún con su lesión de espalda a cuestas. "La temporada no fue buena para Àlex y para mí. Pero nuestros compañeros hicieron un papel similar al de pasadas campañas". Las lesiones, los virus, las alergias y los problemas personales acabaron haciendo mella en los cuatro baluartes del tenis español: Moyà, Corretja, Arantxa y Conchita. Y ninguno de los demás jugadores del cartel pudo mantener el listón a la misma altura, a pesar de ganar un total de 13 títulos entre hombres y mujeres y de colocar a 20 representantes entre los 100 primeros del mundo.

Invierno duro

El problema no fue éste. La cuestión fue que, sin la aportación de estos cuatro tenistas, España se quedó sin un finalista del Grand Slam por primera vez desde 1990. La década, en cualquier caso, fue prodigiosa. Proporcionó al tenis español siete títulos del Grand Slam (cinco Roland Garros -sin contar el de Arantxa en 1989-, un Wimbledon y un Open de Estados Unidos) y 20 finalistas, y un Masters (1998). Pero todo este bagaje quedó concentrado únicamente seis tenistas: Arantxa Sánchez (cuatro Grand Slam), Sergi Bruguera (dos), Conchita Martínez (uno), Carles Moyà (uno), Àlex Corretja (un Masters), y Alberto Berasategui, que no alcanzó ningún gran título pero jugó una final, la de Roland Garros. Este espléndido balance no puede ofrecerlo ninguna otra generación en la historia del tenis español.

El invierno ha sido duro para todos ellos, pero el fruto de su trabajo comienza a madurar ya en el verano australiano. En Flinders Park (Melbourne), el primer Grand Slam del año, la cuestión básica que se dirimirá será si la recuperación de Corretja, Arantxa y Conchita es real o si es ficticia, si simplemente vuelve a ser una ilusión. Y si Moyà ha logrado librarse definitivamente de su lesión de espalda, que le ha alejado de los triunfos en los últimos tiempos. Ni para ellos ni para el resto de la armada las cosas serán sencillas en Melbourne. Sólo una cosa es aparentemente fácil: mejorar los resultados del año pasado, cuando María Antonia Sánchez fue la mejor en el Open de Australia y se clasificó para disputar los octavos de final.

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