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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aroma de precampaña

Si alguna sorpresa ha deparado el último gran duelo parlamentario de esta legislatura entre el jefe del Gobierno y el de la oposición ha sido, precisamente, el hecho de haberse ajustado a los pronósticos. Fue un debate duro, tal vez uno de los más agrios de los tres años de Gobierno socialista, en el que tanto Zapatero como Rajoy trataron de poner en entredicho la credibilidad personal de su adversario. Zapatero tenía que demostrar que sabe pasar al ataque, y atacó. Rajoy, por su parte, que sabía contenerse en materia antiterrorista, y pareció intentarlo en su primera intervención. Con tan escaso éxito que, de inmediato, tuvo que regresar por donde solía.

El debate de ayer resultaba decisivo, no sólo para fijar la agenda política sobre la que se llegará al final de la legislatura y, previsiblemente, se disputarán las elecciones generales, sino también para dirimir quién debía cargar con la responsabilidad de que el terrorismo haya monopolizado la legislatura. Zapatero consagró, así, la práctica totalidad de su discurso inicial a celebrar los logros económicos de su gestión, reconociendo expresamente la labor de Pedro Solbes. Desgranó una prolija letanía de datos cuyo sentido político no parecía ser otro que marcar el terreno de juego, colocando a Rajoy ante una difícil disyuntiva: o bien obviaba el debate económico y aparecía como un líder obstinado en hablar de terrorismo, o bien entraba en las cifras y, en ese caso, tendría que reconocer que el país atraviesa por un momento inmejorable, lo que equivalía a concederle una importante baza a Zapatero.

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Rajoy trató de zafarse por el procedimiento de cuestionar los datos aportados por el presidente, de contraponer las cifras macroeconómicas a la percepción microeconómica y, sobre todo, de reivindicar para los Gobiernos del PP la prosperidad que describió Zapatero, al que restó cualquier mérito en este campo. El líder de la oposición no consiguió imponer sus puntos de vista y, por tanto, Zapatero salió de este cuerpo a cuerpo con un margen mayor para establecer la agenda política que más le conviene durante el resto de la legislatura.

Era previsible, y seguramente necesario, que en este debate se hablara de terrorismo. El problema consistía, sin embargo, en que, dependiendo de cómo se suscitara, podía quedar implícitamente decidido quién ha sido el responsable de la omnipresencia pública de este asunto durante los tres últimos años. Zapatero quiso dejar claro que, ahora sí, no concibe esperanzas de que el proceso de paz pueda seguir adelante, pero evitó reconocer errores, con la sola excepción de sus declaraciones del 29 de diciembre, y esquivó cualquier explicación política de los pasos dados por el Gobierno, tanto en su intervención como en las réplicas.

Rajoy creyó encontrar en esa omisión el flanco que necesitaba. Fue tal vez el peor de sus errores de la tarde de ayer, el que más puso en evidencia la dificultad de su partido para improvisar un discurso de recambio, tras el final declarado de la tregua de ETA, y ofrecer una alternativa en positivo. El líder de la oposición quedó tras el debate, no como el mayor, sino como el único responsable de que el terrorismo haya sido objeto de controversia política, llevando la división hasta la sociedad. Los reiterativos argumentos de Rajoy acabaron percibiéndose como una prueba de que, en materia antiterrorista, no había logrado encontrar el flanco de Zapatero, y de que no estaba preparado para ejercer la oposición en otras materias. Una sensación parecida provocó su insistencia en los detalles de la misión de paz que, en el marco de Naciones Unidas, desarrollan las tropas españolas en Líbano.

El aroma de precampaña quedó patente en una de las promesas más extemporáneas que realizó Zapatero en el curso de su intervención, algo disonante en una cita política de esta naturaleza: anunció que las familias residentes en España recibirían a partir de ahora una ayuda de 2.500 euros por el nacimiento de cada hijo. El presidente pretendió colocar esta decisión, que se hará efectiva en el próximo Consejo de Ministros, bajo la rúbrica de la defensa de la familia, pero Rajoy no tardó en replicar que el programa con el que el PP concurrió a las últimas elecciones contemplaba una ayuda aún mayor. Sonó a improcedente mercadeo.

Aunque el cara a cara entre el presidente y el líder de la oposición era necesariamente la parte más esperada del debate, las intervenciones del resto de los grupos revisten interés y, sobre todo, la aprobación de las resoluciones prevista para mañana. Aunque Zapatero se impusiera a Rajoy -cuyo rostro, tras la última réplica, parecía reflejar la conciencia de su derrota-, existen determinadas materias que exigen la aproximación entre los dos grandes partidos, además de incluir a las minorías. No se trata ahora de envanecerse o de radicalizarse con el resultado del debate, sino de encontrar el camino para no repetir los recientes errores en asuntos de Estado, como son la lucha contra ETA y el terrorismo yihadista, o la presencia de tropas españolas en misiones de paz. Es la vida de muchos de nuestros compatriotas la que está en juego y la que merece respeto y tratamiento responsable por parte de todas y cada una de las fuerzas políticas presentes en el Parlamento.

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